Cuando las vacunas COVID-19 estuvieron disponibles por primera vez a principios de 2021 en Indonesia, la supervisora de recursos humanos Eltruidis Widyarsanti tuvo que apresurarse para conseguir vacunas para los cientos de empleados de la fábrica de ropa que supervisaba en Semarang, Java Central.
Buscó por todas partes -desde universidades y hospitales hasta empresas privadas- en un intento de vacunar a sus empleados. Quería que sus empleados se sintieran seguros y evitar lo peor de la propagación del COVID-19, que podría perjudicar a la empresa y a los trabajadores, causando la baja por enfermedad de muchos empleados. Java Central sufría escasez de vacunas y las opciones eran limitadas.
"Fue difícil, por eso seguimos intentándolo para que todo el mundo [en la fábrica] pudiera vacunarse", dijo Widyarsanti.
Finalmente, consiguió encontrar suficientes centros con plazas libres y empezó a concertar citas para los empleados. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, al menos la mitad de los empleados se negaron a vacunarse. Recordó que muchos temían dar positivo en la prueba del COVID-19 después de ser inoculados, mientras que otros estaban preocupados por los posibles efectos secundarios de las vacunas.
Sin embargo, la cultura del miedo no hizo decaer sus esfuerzos. Intensificó su campaña personal de concienciación sobre las vacunas diciendo a los supervisores de cada división que difundieran información sobre la vacuna COVID-19 en las reuniones informativas diarias. La empresa también colocó folletos e instaló un televisor cerca de la entrada de la fábrica para difundir información sobre las vacunas COVID-19.
Estos esfuerzos contribuyeron a aumentar el número de empleados dispuestos a vacunarse en los meses siguientes, especialmente después de que el gobierno exigiera a los indonesios que se vacunaran para entrar en determinados edificios e instalaciones públicas.
Ahora, alrededor del 95% de los empleados de las fábricas de la empresa de Widyarsanti están vacunados.
Como indica la experiencia de Widyarsanti, los esfuerzos de vacunación contra el COVID-19 pueden partir de una sola persona o de una sola fábrica. Esta educación entre iguales será cada vez más importante, ya que Indonesia aspira a vacunar a unos 208 millones de personas, es decir, unas tres cuartas partes de la población, para marzo de 2022.
Alrededor de 105 millones de personas han sido vacunadas en su totalidad hasta diciembre de 2021, desde que comenzó el despliegue público el 13 de enero de 2020, según el sitio web del Ministerio de Sanidad indonesio.
Para ayudar a allanar el difícil proceso, la oficina de la OIT en Indonesia, junto con su programa Better Work, aunó esfuerzos con la Asociación de Empresarios Indonesios (Apindo) para ayudar a la industria de la confección a acceder y facilitar el programa de vacunación del gobierno. El proyecto recibió financiación del programa de Seguridad y Salud en el Trabajo (BMZ-OSH) del Ministerio Federal alemán de Cooperación Económica y Desarrollo. Gracias a la colaboración entre el gobierno, que suministra las vacunas, y Apindo y OIT/Better Work, que coordinan la logística y facilitan los emplazamientos, el número de trabajadores vacunados se ha disparado.
Hasta la fecha, el programa ha administrado 21.120 dosis de la vacuna COVID-19 a los trabajadores, sus familias y los residentes cercanos a las fábricas a través de 12 centros de vacunación, incluidos ocho emplazamientos en fábricas del programa Better Work Indonesia. Widyarsanti fue uno de los principales promotores que ayudaron a difundir la información sobre el programa de vacunación de Better Work Indonesia entre sus empleados.
Una de las empleadas de Widyarsanti, Indah Rayuningsih, es la prueba viviente de cómo este esfuerzo puede conducir a una mayor comprensión, aceptación y, en última instancia, administración de la vacuna. Rayuningsih afirma que al principio tenía miedo de las vacunas, debido a la desinformación generalizada sobre la vacuna COVID-19. Una fuente llegó a afirmar que las vacunas COVID-19 podían matar a sus receptores.
Sin embargo, cambió de opinión después de ver lo bien que les había ido la vacuna a sus familiares y la probó ella misma. Ahora convence a sus compañeros de trabajo que aún no se han vacunado para que se vacunen contra el virus.
"Espero que [los compañeros que aún no se han vacunado] cambien de opinión, para que todos podamos estar sanos y a salvo de COVID-19", ha dicho Rayuningsih. "No os preocupéis por la vacuna. Tomadme como ejemplo, yo he salido bien".